Hablemos Rápido.

Jordi Corominas: «La CNT al menos conseguía logros, ahora los sindicatos no sabemos muy bien qué son»

Jordi Corominas
El escritor y periodista Jordi Corominas. @Cortesía
María Villardón

Escritor y periodista. Jordi Corominas (Barcelona, 1979) hace un interesante ensayo sobre la crónica negra de Barcelona en La ciudad violenta (Península). En este libro relata el peso del anarquismo a finales del S. XIX y principios del S. XX como parte fundamental de la historia moderna de Barcelona, las huelgas salvajes más o menos triunfantes, la Semana Trágica y el poder del dinero para cambiar el destino de los hombres, los placeres obreros de la alta burguesía catalana y, cómo no, los delirios del procés.

Convenimos en que la violencia de los últimos años ha sido “el colmo de la estupidez”, que Barcelona sigue siendo una ciudad donde la alta burguesía –españolista y nacionalista– sigue muy viva, aunque defiende que sufre una especie de decadencia, que Ada Colau se está aburguesando y que los sindicatos de hoy pues, bueno, no sé sabe muy bien ni qué son ni qué labor sindical hacen.

¿Por qué dices que si no te hicieran caso en Madrid no tendrías trabajo?

Bueno, es cierto que por avatares de la existencia me han contratado más periódicos con base en Madrid, estoy en RNE y a nivel de valoración de las cosas que hago me he sentido más apreciado en el resto de España y seguramente haya sido por la situación sociopolítica de Cataluña.

¿No eres tan nacionalista como les gustaría? ¿No eres tan separatista como quisieran? ¿O cómo?

(Ríe) No soy ni nacionalista ni separatista, yo sería federalista, pero es que es muy largo de explicar porque la gente tampoco lo entiende. En realidad, sería federalista español y, sobre todo, federalista europeo. Entonces, verás, a mí todo el tema de la independencia de Cataluña me parecía un gran despropósito y no me he privado de decirlo. Aunque también he criticado a los demás, no estaba de acuerdo con los independentistas ni con cómo afrontaba toda la problemática el Gobierno nacional en el momento de máxima ebullición.

Pero es que parecía –insisto, parecía– que la violencia, que es de lo que hablas en tu libro, estaba adormecida y para nada. Se agita el avispero del separatismo y todo salta por los aires para provocar un enfrentamiento civil muy importante.

También en el libro hablo de violencia mental. Ha habido un ruido constante en Cataluña que se ha transmitido en la calle de muchos modos y con la pandemia se ha acallado. Casi no hay banderas en los balcones, pero antes del COVID había violencia estética, acústica y un bombardeo mediático que generaba hegemonía sobre un solo tema. Llega un momento en el que esta violencia no te la cuestionas, está ahí y ya está, convives con ella con naturalidad, pero no está en el Código Penal.

Hablemos de la convivencia de esas realidades antagónicas que cohabitan en Barcelona: la burguesía catalana y el movimiento okupa tan fuerte que hay, incluso apoyado por las Administraciones municipales.

Es que coexisten, así es, pero incluso con una organización urbanística. Es decir, la Barcelona del centro es ultra burguesa, algo que se ve en el nombre de las calles, en la ostentación de los edificios del Paseo de Gracia, donde cada uno es un palacio de algún señor. Y luego esta la zona, digamos, más periférica de los barrios –que antes eran pueblos– en los que se dan movimientos más alternativos que el centro de la ciudad no tolera. Y en Barcelona, respondiendo a tu pregunta, efectivamente surgió ahí un movimiento okupa muy poderoso del que Colau es partidaria, aunque, bueno, Colau en los últimos años se está aburguesando.

Es que aburguesarse es fácil.

Ya, ya. Esta misma semana desahució un huerto vecinal en un barrio de la ciudad cuando, como sabrás, el Ayuntamiento de Barcelona defiende que tiene que haber huertos porque son sostenibles y ecológicos. Sin embargo, como no lo habían hecho ellos y afectaba a una propiedad suya y estaba okupado porque lo llevaban los vecinos del barrio, pues lo han desahuciado. Es curioso, porque en este caso la misma Colau va en contra de los okupas y contra su propia ideología que se basa en lo sostenible, en lo ecológico, en la defensa de los movimientos vecinales, que es un movimiento muy barcelonés que ahora mismo el propio Ayuntamiento intenta aplacar cuando Colau antes de ser alcaldesa venía de este mundo.

Se disfrazaba de semiheroína para frenar ella misma los desahucios.

Sí. Era la súper heroína avispa.

¿Por qué no te presentas a alcalde de Barcelona tú, Corominas? Si te pasas el día paseando por sus calles, sería casi lógico.

Siempre pienso que hay dos profesiones que desgastan más que ninguna y lo veo a partir del cuero cabelludo. (Ríe) Entrenador de fútbol, Guardiola comenzó su decadencia capilar al pasar por el banquillo, y los políticos también se desgastan mucho, y a mí me gusta mucho mantener mi pelazo de eterno chiquillo. Si me propusieran un cargo público sería un problema, si no estás 100% de acuerdo con lo que dictan las normas no puedes ser ético, entonces, ante ello, yo tendría que dimitir porque estaría en desacuerdo todo el tiempo.

Bueno, o te destituirían, como a Cayetana Álvarez de Toledo.

(Ríe) Es que estaría chafando todo el día la guitarra a la formación a la que perteneciera.

Con las palmas al descompás todo el tiempo.

Claro, así sería. Barcelona políticamente ahora mismo, y esto lo comenta mucha gente, tiene el problema de que la gestión de Colau está siempre en entredicho, pero también muchos comentan que si llegara otro partido sería aún peor, así que parece que a Colau se la ve como el mal menor.

En esta crónica negra hay una figura importante que es la del verdugo de Barcelona, Nicomedes Méndez. A mí, no sé, al igual que en la película de Berlanga, me resulta tierno porque nadie quiere casarse con su hija Saturnina por ser hija de quien es.

Sí, pero es que, además de lo de la hija, su hijo también muere asesinado en una reyerta, le dan –creo recordar– dos cuchilladas en el pecho. Al pobre, por ser verdugo, que no era más que un funcionario municipal, no le dejaban ir a las obras de teatro, decían que su presencia era de mal agüero, no podía subir al tranvía por lo mismo. Así que él vivía en una casita en la montaña con sus canarios y ya está. Eso sí, también daba muchas declaraciones a los periódicos, por eso todo el mundo sabía quien era. Una de las cosas más conocidas que dijo fue que de no haber sido verdugo, hubiera sido torero. Imagino que por todo el tema del público y la sangre.

El anarquismo tiene un gran papel en La ciudad violenta. Explicas las peticiones básicas de los anarquistas en cinco puntos y al leerlo pensé: ‘¡Pero, bueno, maldita sea! ¿Seré yo anarquista?’.

(Reímos) En 1869 esas peticiones sí que tenían sentido. Mientras a Madrid llega un yerno de Marx a la I Internacional Socialista; a Barcelona llega Fanelli, un anarquista italiano emisario de Bakunin, de ahí ese gran arraigo. Los puntos anarquistas que explico, si lo piensas, son cosas que están de plena actualidad hoy: igualdad entre hombre y mujer, educación laica, ven el nacionalismo como un absurdo porque no hay fronteras en el género humano, etc. Son ideas muy bonitas y algunas de ellas, claro, de una lógica aplastante. El problema es que en la España y la Barcelona de 1869 esto era un ataque a un poder que estaba muy concentrado que consideraba estas ideas intolerables y, de hecho, hoy en día siguen siendo intolerables. Algo que sale en el libro es que Barcelona, que tiene un pasado anarquista fundamental y es la mitad de la historia moderna de la ciudad, ha silenciado muchos de los nombres anarquistas en los callejeros desde la democracia.

¿Crees que se esconde este pasado?

Bueno, la historia anarquista no se cuenta, es una gran desconocida para los barceloneses. Ha triunfado el relato burgués, un relato que finalmente ha llevado al independentismo. Pero, sin duda, el relato independentista burgués ha triunfado por encima de la concepción global de lo que era esta ciudad y en la que el anarquismo tuvo tanta importancia.

Y donde, además, nació uno de los sindicatos más importantes y radicales: la CNT.

Sí, así es. Lo del anarquismo visto desde toda una serie de valores humanísimos está muy bien; pero también ha sido un movimiento que ha sido degradado por su violencia, por el pistolerismo de sus miembros. Sin embargo, también se trató de un anarquismo de diálogo, de negociación y de unión sindical que también se ha silenciado de la historia de Barcelona y, por lo tanto, de la historia de Cataluña y de España. La CNT, por ejemplo, consiguió las ocho horas de jornada laboral en 1919.

Fue con la huelga de la fábrica La Canadiense, ¿no?

Sí. Se hizo una huelga de 44 días. Creo que todos esos logros deben poner en valor la labor sindical de aquellos sindicatos, sobre todo ahora que no se sabe muy bien en qué se han convertido los sindicatos actuales, no sabemos muy bien ni qué son. Lo que pasa es que en ese momento, los logros de la CNT levantaron la reacción de la patronal y Barcelona vivió una guerra civil entre obreros y empresarios.

Ahí es cuando tratas a Barcelona como un espacio de pistolerismo, al más puro estilo Chicago.

Barcelona fue Chicago, antes de que Chicago viviera a los pistoleros. La victoria de la CNT fue tan potente que despertó la mala leche de la patronal y ésta se organizó como un sindicato alternativo. Podíamos ver como había antiguos espías que disparaban contra los anarquistas apoyados por el poder y por la Policía, hubo una represión gubernamental muy fuerte, deportaron a políticos progresistas y la violencia en las calles fue brutal. De hecho, y aunque las cifras no están claras, hubo alrededor de 400 muertos por arma de fuego en sólo cuatro años.

Otro punto de violencia fue cuando Maura pide reservistas para ir a Marruecos, aunque si pagabas te podías librar de ir a filas, lo cual condenaba a las clases más desfavorecidas. Eso fue algo contra lo que se rebelaron los jóvenes obreros. ¿Es que el dinero lo puede arreglar todo?

En ese momento histórico, sí. Es que, además, Barcelona estaba muy estratificada socialmente en este momento.

Pero, Corominas, eso sigue siendo así ahora mismo.

Bueno, se habla ahora de la decadencia de la clase alta barcelonesa.

¿Por qué se han entregado en cuerpo y alma al separatismo?

Realmente, la clase alta barcelonesa es un mundo apasionante porque hay una parte muy muy españolista y otra más catalanista. La primera ha existido desde siempre y ha sufragado, por ejemplo, la Restauración borbónica en el S. XIX y apoyó mucho al régimen de Franco. Hay una parte de la burguesía catalana a la que le gusta que el dinero se mantenga estable y otra a la que, digamos, le ha dado más por la aventura.

Entonces, ¿qué pasa con eso del dinero en relación con la época que comentabas? Cuéntame.

Con el dinero todo se podía hacer en Barcelona. Vamos a ver, la zona de diversión y ocio popular obrero, que era por ejemplo la zona del Paralelo, se llenaba también de señores a los que les gustaba acceder a esos universos prohibidos porque no eran los de su clase; sin embargo, el obrero no podía acceder al mundo de la burguesía, no era aceptado. Es una ciudad viva, pero insisto en desmitificar la idea de Barcelona como una postal unificada y siempre lo digo: hay Barcelonas. A veces, la de la parte de arriba, con Pedralbes o el Carmelo, no se tocan o ven en la vida.

Durante los JJOO 1992 hubo una unión por un interés común y por el progreso, si quieres con una proyección internacional, donde quizá hubo más marketing que realidad y así sólo queda la decadencia.

Sí, claro. Manolo Vázquez Montalbán decía que lo de las Olimpiadas era fascinante porque era la unión de un falangista como Samaranch, de un Borbón heredero de Franco, de un socialista andaluz y de dos socialistas catalanes. El modelo de Maragall y Oriol Bohigas, que es el que se crea, crece, crece y crece hasta el Fórum de las Culturas de 2004 que es cuando la Rambla deja de ser de los barceloneses, luego aumenta con el turismo a lo bestia y con la pandemia llegó el silencio, aunque ya se intuían rasgos de decadencia provocados por el procés en una ciudad que no es independentista, ya que Barcelona estaba secuestrada en su propio territorio porque es donde se concentran todas las protestas.

Me resulta todo buñuelesco, la verdad.

(Ríe) ¿Por qué?

No entiendo que un señor como Puigdemont tenga seguidores, que huya a Waterloo y que, además, haya personas humanas que le sufraguen la locura de su estancia extranjera. Perdóname, pero Belle de Jour me resulta normalísimo.  

Sí, sí, vale. Y encima se dice exiliado cuando no es más que un prófugo de la Justicia, ¿no? El procés da para un análisis muy perverso, pero también es verdad que si lo miras con detalle todo tiene un punto dadaísta. Es que hemos visto el colmo de la estupidez como cuando vas por la calle y ves que hay un señor que pone un lazo amarillo y va otro a taparlo con spray para hacer la bandera de España. No sé, es que nada tiene sentido, la gente está demasiado aburrida. Se ha planteado, eh, no sabes ya si el aburrimiento ha sido algo catastrófico para Cataluña.

Haces varias referencias a Juan Marsé, pero también me ha recordado a Nada de Carmen Laforet. ¿No la has citado porque es mujer? ¡Machista!

(Reímos) ¡Me encanta que me hagas esta pregunta! Todo el mundo cita a Laforet, a la que admiro mucho, pero quizá no todo el mundo ha leído Nada, ¿sabes? Pero queda fenomenal citar a Laforet, igual de bien que citar a Simone de Beauvoir y su libro de cabecera El segundo sexo, pero esta obra tiene más de 1.000 páginas y no me creo que lo lea la gente. Pero, a ver, no cito a Laforet porque en sus novelas no hay crímenes como en las de Marsé.

Pero hay suicidios.

Sí, vale. Hay violencia de posguerra, es verdad que no se entiende Barcelona sin Laforet y la calle Aribau. (Ríe) La citaré, la citaré.

@MaríaVillardón

Lo último en Cultura

Últimas noticias